El sonido de la lluvia rebotando contra las ventanas hubiese sido la única sinfonía que resonaba en la casa, de no ser por los constantes chillidos provenientes del salón.
La música de sus auriculares ya no servía como refugio, pues hasta el fuerte bass no eclipsaba la pelea. El dispositivo quedó abandonado en su cama.
¿Por qué hoy? ¿Por qué ahora? Ya no quiero escuchar… por favor…
Se acercó a la ventana, sus dedos jugaron con los cordones de las persianas. Borrosa con las gotas, se divisaba la luz de la casa de al lado. Nunca tuvieron una buena relación con la familia vecina, pero su casa definitivamente se reflejaba acogedora en comparación con la hostilidad de la noche.
Suspiró. Echó la mirada hacia atrás, la puerta se veía tentadora. Había allí algo que le estaba llamando en susurros. Sigilosamente, entreabrió la barrera que daba al pasillo y salió de puntillas. Las tablas protestaban bajo su peso, pero con los años ya había aprendido el circuito para disminuir el chirrido. Al acercarse a la barandilla de las escaleras, divisó una silueta que esperaba no haber visto en aquel preciso momento.
—Vuelve a la cama, Molly —susurró acercándose.
—Déjame, no quiero.
—Meda igual que no quieras, no deberías estar escuchándoles —a
pesar de que estaban cuchicheando, la voz del hermano mayor era imperativa.
Molly abrazó su osito de peluche con mayor fuerza, su dedos incrustándose en el suave pelaje del juguete. Cuando su hermano la tocó del hombro, ella se giró. Sus manitas quedaron alrededor de su cintura, agarrándose como si fuera que dependía de ello. El adolescente acariciaba la temblorosa espalda de la niña, sus ojos fijados en las sombras de luces que bailaban en las paredes. Luz proveniente del salón, sus padres seguían.
Integraba cada palabra, analizando la situación. Aunque entendía el asunto, no lograba comprender el por qué de la disputa. ¿Por qué ellos? No quiero recordar el pasado…
Hace años que no escuchaba una pelea en casa, hace tantos años como los que pasaron desde que fueron adoptados. El adolescente daba las gracias de que en aquel entonces, Molly aún era demasiado pequeña como para recordar los estruendos de su familia biológica. Hasta ahora, las peleas familiares nunca habían pisado el terreno de esta casa.
Todo va a estar bien, no temas, Molly. Lo solucionarán. – lo repetía constantemente.
Los ojos llorosos de la niña miraron a los suyos. Una idea extraña, tentadora, apareció en su mente.
—¿Y si nos escapamos?
Un agudo resonar, el asfixiante sonido de cristal rompiéndose retumbó desde el salón. Los gritos cesaron abruptamente.