Entre la niebla
- Patricia Velázquez
- 29 mar
- 2 Min. de lectura

Mucha niebla, una persona, 500.000 kilos de gotas de agua, setenta kilos de
hombre. Tal vez es lo que me merezco tras mis pecados. encarcelarme.
Quemarme en una hoguera. Morir acuchillado.
Solo hay una luz que me alumbra entre la penumbra. Quizá la responsable es
una farola o una manada de luciérnagas decorando la larga noche. Toqué mi
bolsillo, ahí seguía entre la tela escondida, la silueta se notaba, pero el objeto
no se intuía por la forma.
Es tu culpa, fue tu culpa...
Se escuchó a menos de diez kilómetros de mi estancia. Era una voz soprano
semejante a la proveedora de mis cuerdas vocales. Esa voz me restregaba mis
actos, mostraba mi culpabilidad.
Solo eres un cobarde asesino, tú lo mataste.
¿Quién anda ahí?
No hubo respuestas, el viento era lo único que recorría la aburrida calle de
Svalbard. Tres pisadas se escucharon frente a mí, observé la calle, aunque la
niebla frenara mi campo visual ninguna silueta aparecía. Tiré la primera piedra
que mis ojos localizaron, no impactó con ningún objeto, recorrió su camino sin
interrupciones. Lancé una segunda. Nada. Una tercera. Nada. Una cuarta.
Nada.
Amenazarme no te servirá cuando tú eres a quien te has de juzgar.
Contuve mi respuesta. Allí no había nadie. Quizá estaba delirando. Solo
escuchaba la voz, ningún cuerpo daba la cara.
Recuerdo perfectamente el día en el que lo mataste —comenzó a decir la voz—
era un lunes a la luz de la luna en el que lo dejaste sin aliento, en el que le
sacaste los sesos, en el que…
¡Para!, eso son solo leyendas, son historias. Yo no lo asesiné.
Entonces qué hace una navaja en tu bolsillo, son solo leyendas o lo dejaste
abandonado.
Tapé el bulto de mi bolsillo, nadie me creería, nadie lo entendería, no me
escucharán, moriría solo ante la hoguera.
Tus argumentos no cambiarán tu destino.
Este relato no deja indiferente.Te hace pensar y te interesa. Y también te produce inquietud.